domingo, 21 de diciembre de 2008
Contra el pensamiento colonialista
Si estás lejos ¿te odio, te invado y te despojo?
Ni éste ni aquél refieren la distancia de lo otro.
El corazón del yo es la magnitud,
Indiferencia es su arma.
Pero por el alma (hueco del cañón) de esa arma,
¿No se producen viudas?
no hijos sin padre,
no padres sin hijos,
no enamoradas de luto,
no presidentes necios,
no pueblos arrasados,
no napalm, sarín, mostaza,
no derrames de petróleo,
Si eres mía te desamo y te abandono?
Si eres de otro te acoso, te gano y gozo?
por culpa de mi corazón.
Solo vacío o indiferencia.
Duele igual. Pero no derrama sangre.
Solo lágrimas de amor.
Ni producto ni servicio, ni pérdida ni ganancia.
René Sanchez
¿Quién es René?
La roca y la nieve. La poesía en René Sánchez.
Tu descenso blando encandiló la piedra apática.
Despojada de ropas tomaste esta dura forma;
Fue mi corazón, hoja temblorosa en tus manos.
Es mi corazón helado, hoja quebradiza entre tus dedos.
Sigue cayendo escarcha que quema.
Cúbreme más, frío fuego de agua
Todavía hay huecos en mi alma…
Sé que el sol de mis deseos
te transformarán, escarcha,
en agua de amor que inundará mi ser.
Cae blancura eterna, glacial, ardiente…
Roca fría, descubrí que tu descenso
es la medida de mi dureza.
Arena soy que el viento arrastra
Aplácame agua, el cemento de tu amor debe ligarme
Necesito cobrar nueva forma, renacer,
Pero esta vez debes ser tú, agua
Pero esta vez debes ser tú, cuerpo recipiente
Pero esta vez quiero renacer en tí
Este poema pertenece a René Sanchez (alias Toba negro) que ya tiene su propio espacio de escritura y de lectores en http://www4.loscuentos.net/cuentos/local/tobanegro/
René es profesor en Lengua y literatura y Licenciado en letras. Dicta en el INSTVA Competencia comunicativa en varios profesorados y se dedica a la investigación áulica con un grupo de alumnos del profesorado en Lengua y literatura. Para quienes no lo conocían en su costado de escritor, no solo escribe poemas, sino también cuentos, a los que pueden acceder ingresando a la página arriba señalada, o haciendo click en
Selección de Poemas. Carlos Palaia.
La lectura del primer poema de esta selección me recordó mucho a Charles Bukowski (Henry Chinaski como firmaba sus obras), en particular recordé el título de uno de sus libros: La muerte se está fumando mis cigarros, porque los poemas que aparecen allí tienen mucho del ambiente de este y de los poemas que siguen.
I
yo … sentado a su espalda.
Dos corazones enajenados
mirando al otro lado
de la calle.
La loca y su cigarro …
me elevan con su humo,
entre sus volutas danzo
tratando de olvidar ¿qué?
¿ Olvidar? ¿Olvidar o recordar?
La loca y el televisor.
Mis ojos van y vienen,
mirando al otro lado de la calle
barrida por rachas
de un viento tímido y gris.
La loca y el televisor,
dimensión desconocida,
inmedible espacio,
en el que busco tu mirada.
La loca y el cigarro …
mis ojos tristes … ya no
miran nada,
menos al otro lado de la calle
verde que te roba, la mirada
inquisidoramente inocente …
La loca y yo …
Nada más …
La loca y … la esquina …
Tu mirada …
Yo solo …
mirando la espalda
de la loca …
y sus dedos sumergidos
en el paquete de papas fritas …
y el humo del cigarro rodeando
su rostro …
Yo a espalda de la loca.
El viento barriendo la calle
de la esquina verde que
te devoró sin que antes
me vieras, a espalda de
la loca y su cigarro …
II
casi oscuro,
mis codos me retienen.
Clavados en la mesa de un
bar
casi silencioso,
mis codos me retienen.
Las piernas se mueven, tus
ojos al otro lado de la calle,
miran sin verme.
Mis piernas se mueven,
clavado a la mesa de un
bar,
iluminado por tu cara,
mis codos me retienen.
Mis piernas se mueven,
la luz se va,
tus ojos ya no están,
Sólo tu espalda,
al otro lado
de la calle muerta por
la siesta, iluminada
por un sol raquítico.
Mis codos se clavan,
mis manos se asustan,
mis piernas se mueven
ya no soy.
La esquina te devora
el bar se fragmenta
mi cuerpo ya no
es mi cuerpo.
La esquina ya no
es esquina,
es devoradora de las
ilusiones de las piernas
que quieren liberarse de
los codos clavados en la
mesa de un bar.
La falta de respuesta es como
un fusilamiento,
miles de cuerpos caen,
pero el mío queda como testigo
con huesos podridos como
el tronco de los árboles
moribundos …
Entonces es cuando te imagino,
te reconstruyo. Uno los fragmentos
porque los pedacitos multicolores
de tu ser … te hacen ser … tan
concreta …
El viento sur refresca mi cuerpo,
lo rejuvenece … aún estando
tan envejecido.
Mi soledad como mi sombra
está a mi lado … del otro,
solo mudez … nada.
La falta de respuesta es como
un fusilamiento,
en el que miles de cuerpos caen
y solo queda el mío en píe
triste testigo de la masacre
provocada por el silencio.
el traqueteo del tren …
Espero que mi cama sienta
el traqueteo de mi cuerpo
cayendo sobre tus piernas,
pero ellas se pierden,
acolchadas por la niebla.
Tus piernas, tu cintura,
tus caderas, tu boca,
se pierden en la niebla.
El traqueteo del tren
no me despierta,
sólo deseo que su luz
rompa la niebla
y mis ojos traten de rescatar
tus piernas, tus caderas,
tus labios, tu boca
con comisuras desencantadas,
pero igual te busco,
no te encuentro
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ABRO MIS BRAZOS
Abro mis
brazos,
intento
atrapar
al viento.
No se deja,
se evade,
me recuerda
a vos.
Abro mis
brazos,
intento
retenerlo,
se escurre,
me recuerda
a vos.
Levanto mi
cara,
me besa
fugazmente
en la mejilla,
me recuerda
a vos.
Rodea mi
cuerpo,
pero no
lo abraza,
me recuerda
a vos.
Va y viene,
se pierde,
pero vuelve,
me recuerda
a vos.
Decide
cuando
y cómo
llegar,
me recuerda
a vos,
pero no
puedo dejar
de intentar
atraparlo,
me recuerda
a vos.
Carlos Palaia
marca el camino en la penumbra.
En la tempestad de abrazos y besos,
su blancura es el faro para mi nave.
El olor de tu cuerpo guía
a mis labios errantes y húmedos
para el encuentro de tus pechos
pequeños, con lunares de luces lejanas.
Mi boca saborea cada uno
como si fuesen naranjas robadas
en una siesta de verano.
La luminosidad de tus muslos
ciñe mi cintura tostada por soles
de mares desconocidos, en nave
desconocida con proa a tu puerto
con espigones claros.
La suavidad de tu piel reemplaza
a la arena en la que mis plantas
se sostienen, mis dedos te recorren,
mi boca te sorbe, mis ojos te descubren.
La luminosidad de tus muslos
se adueña de mis sentidos,
el delirio desata la tormenta de
dedos, manos, brazos, piernas, labios,
el gemido es el viento, es el
grito de los cuerpos sin voz.
La luminosidad de tus muslos
nos ilumina intensamente, nos
enciende, nos incendia, nos abraza
hasta tenernos fundidos en el abrazo
que arrasa inflamado cada centímetro
de nuestros cuerpos deseosos de la
satisfacción y el letargo.
La luminosidad de tus muslos
queda grabada en mi memoria,
en las yemas de mis dedos,
En cada uno de mis sentidos.
La luminosidad de tus muslos
me reviven cuando pensé que
ya no estaba vivo.
Carlos Palaia es Licenciado en letras, trabaja como profesor en Lengua y literatura en el profesorado en Lengua y Literatura del Instituto de Formación Docente de Villa Ángela. Dicta Literatura Argentina y Cultura y literatura latinas. Su oficio paralelo es el periodismo y conduce un programa de radio en FM Contacto de Villa Angela, Chaco. Actualmente cursa materias de abogacía en