marca el camino en la penumbra.
En la tempestad de abrazos y besos,
su blancura es el faro para mi nave.
El olor de tu cuerpo guía
a mis labios errantes y húmedos
para el encuentro de tus pechos
pequeños, con lunares de luces lejanas.
Mi boca saborea cada uno
como si fuesen naranjas robadas
en una siesta de verano.
La luminosidad de tus muslos
ciñe mi cintura tostada por soles
de mares desconocidos, en nave
desconocida con proa a tu puerto
con espigones claros.
La suavidad de tu piel reemplaza
a la arena en la que mis plantas
se sostienen, mis dedos te recorren,
mi boca te sorbe, mis ojos te descubren.
La luminosidad de tus muslos
se adueña de mis sentidos,
el delirio desata la tormenta de
dedos, manos, brazos, piernas, labios,
el gemido es el viento, es el
grito de los cuerpos sin voz.
La luminosidad de tus muslos
nos ilumina intensamente, nos
enciende, nos incendia, nos abraza
hasta tenernos fundidos en el abrazo
que arrasa inflamado cada centímetro
de nuestros cuerpos deseosos de la
satisfacción y el letargo.
La luminosidad de tus muslos
queda grabada en mi memoria,
en las yemas de mis dedos,
En cada uno de mis sentidos.
La luminosidad de tus muslos
me reviven cuando pensé que
ya no estaba vivo.
Carlos Palaia es Licenciado en letras, trabaja como profesor en Lengua y literatura en el profesorado en Lengua y Literatura del Instituto de Formación Docente de Villa Ángela. Dicta Literatura Argentina y Cultura y literatura latinas. Su oficio paralelo es el periodismo y conduce un programa de radio en FM Contacto de Villa Angela, Chaco. Actualmente cursa materias de abogacía en
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